Recientemente un grupo de expresidentes latinoamericanos, excancilleres, exministros, exparlamentarios, congresistas, docentes, directivos de organismos internacionales y exembajadores, hicieron pública una carta dirigida a los doce presidentes de la región con la intención de reconstruir la UNASUR (Unión de Naciones Suramericanas), que es una organización intergubernamental con personalidad jurídica internacional, conformada por todos los países de América del Sur en el año 2008 con el objetivo de construir un espacio de integración regional aunque hoy está paralizada por la salida irregular de varios gobiernos.
Carlos Ominami, exsenador, exministro de Economía de Chile, vicepresidente del Foro Permanente de Política Exterior y fundador del Grupo de Puebla es uno de los impulsores de la reconstrcción la UNASUR.
¿Por qué surgió la iniciativa de la carta a los presidentes y cuál es la importancia de reconstruir UNASUR?
La idea de esta iniciativa surgió, en primer lugar, de un diagnóstico de que nuestra América Latina está pasando por un momento particularmente malo, una región severamente castigada por la crisis sanitaria y por la recesión económica, que fue doblemente más profunda que la del promedio del mundo. También con una fuerte regresión social y que, producto de sus dispersiones, de sus divisiones, está en una situación de gran marginalidad a nivel internacional. A partir de este diagnóstico, trabajamos con un grupo de sudamericanos, entre los cuales están Tarso Genro, exministro y exgobernador de Río Grande do Sul; Celso Amorim, excanciller brasileño; Mónica Xavier, exsenadora uruguaya y el excanciller argentino Rafael Bielsa, para elaborar un planteamiento que nos condujo a esta idea de que es fundamental reconstruir un espacio de concertación político y económico sudamericano.
En la carta se hace referencia a que “UNASUR todavía existe” y que “no se trata de una reconstitución puramente ideológica de un pasado que ya no existe”… Entonces, ¿existe la UNASUR? ¿No fue disuelta por los diversos gobiernos?
La idea es recuperar todo lo que hizo de positivo UNASUR, que en sus siete años de funcionamiento tiene un balance bien importante que exhibir. Particularmente, por ejemplo, los acuerdos en materia de defensa, que es un tema sumamente delicado entre nuestros países. Se hizo también un esfuerzo interesante en el tema sanitario, y yo diría que un activo muy significativo de UNASUR fue la capacidad para intervenir en momentos críticos. Por ejemplo, cuando se planteó una tentativa de secesión en el caso de Bolivia, a partir de las provincias de la llamada media luna en torno a Santa Cruz y Tarija. Hubo una intervención muy importante cuando hubo un conflicto interno muy severo en Ecuador y el motín de la policía durante el gobierno de Rafael Correa. También se intervino a propósito de un conflicto que se desató entre Venezuela y Colombia. Entonces, UNASUR tiene muchos activos y la idea es poder retomar esos activos, y hacerse cargo de las cuestiones que no anduvieron bien como el hecho de que en algunos momentos aparecía un club de presidentes con afinidades ideológicas y que no daba garantías de suficiente pluralismo. Yo creo que es muy importante que los organismos de integración estén por sobre las definiciones ideológicas de los presidentes de turno.
UNASUR existe porque hay un Tratado Constitutivo. Si bien varios países se retiraron y la UNASUR quedó paralizada, eso no significa que esté definitivamente desaparecida. Hay, por lo menos, cuatro países que nunca se retiraron. Argentina y Brasil no realizaron de buena manera su proceso de retiro y, por tanto, bastaría con que los gobiernos reactiven su participación para que vuelvan a recuperar la condición de miembros plenos.
Discutimos mucho sobre este tema y nos pareció que, entre partir de cero o crear un organismo nuevo, era mucho más adecuado retomar la estructura jurídica de UNASUR para hacerle varias modificaciones. Esas modificaciones tienen que ver con terminar, por ejemplo, con el derecho a veto para la elección del secretario general que fue lo que terminó paralizando a UNASUR.
Pensamos que es también muy importante privilegiar la agenda de temas prioritarios, particularmente, en el campo sanitario, en el campo energético, en el campo alimenticio, más que las instituciones. En general, la tradición latinoamericana, que es una mala tradición, es que se crean instituciones y después se plantea el tema de qué hacer con ellas. Por eso muchas de ellas terminan teniendo una existencia más bien vegetativa, burocrática, sin grandes realizaciones. Aquí queremos invertir las cosas, y poner por delante la agenda de temas prioritarios de manera que el proceso de integración vaya ganando fuerza y prestigio frente a la ciudadanía. Y dentro de eso, creemos que un aspecto muy importante es incorporar nuevos actores al proceso de integración. Esto no puede ser solamente un tema de los gobiernos, sino que tiene que ser de las universidades, de los parlamentos, de los movimientos sociales y también del mundo empresarial y de las empresas.
UNASUR está viva, y la idea es que se pueda retomar la estructura jurídica para hacer una integración de cara al futuro, y no sea simplemente la reconstrucción nostálgica de un pasado que ya no existe.
¿Cuáles son los desafíos que se le presentan a la nueva UNASUR en la región y en el mundo?
UNASUR tiene múltiples desafíos. Por lo pronto, constituirse en un espacio de concertación política, económica y productiva de América del Sur que es una entidad con personalidad propia. Somos más de 400 millones de habitantes y representamos más de dos tercios de la población de América Latina. Tenemos una realidad, por ejemplo, muy distinta a la de México, que tiene una enorme frontera con Estados Unidos y lo esencial de su comercio volcado con los Estados Unidos. En el caso de nuestros países, nuestro principal socio comercial es China. Por lo tanto, tenemos que vivir en esta dualidad de ser parte de una cultura y una tradición política más cercana a Estados Unidos, pero que tiene a China como el principal socio comercial.
El desafío es integrarnos, terminar con este periodo de dispersión, de atomización, que ha hecho que nuestra América Latina termine siendo completamente marginal e irrelevante. Pensamos que desde una nueva UNASUR reconstituida es posible también impulsar el conjunto de procesos de integración latinoamericanos, como fortalecer la CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños). No hay ninguna contradicción entre la CELAC y una nueva UNASUR, porque puede ser un motor que impulse el proceso de integración y que afiance la CELAC. Esta instancia (la CELAC) también es nueva todavía, débil, precaria y tiene el mérito de ser el espacio donde se reencuentran los 33 países de América Latina y del Caribe, y puede ser también el espacio en donde se converge en torno a los grandes problemas de la agenda mundial, como los temas de cambio climático, migraciones, seguridad, lucha en contra de la delincuencia organizada o en contra del terrorismo. Esto supone que haya desde América del Sur un motor importante, y yo creo que va a ser esta nueva UNASUR.
Fuente: Nodal