Columna | Vivimos en la mentira – por Baltasar Garzón

Baltasar Garzón

Carecer de escrúpulos es una ventaja. Del mismo modo que lo es no sentir empatía, ignorar lo que es la generosidad, faltar a la verdad cuando conviene a los propios intereses, no tener remordimientos si acuchillas por la espalda o con malas artes a compañeros u oponentes demostrando una cobardía sin límites, o, en fin, no haber sentido nunca solidaridad o misericordia hacia los demás.

Lo contrario, limita: alguien honesto, que se pone en el lugar del otro, que pretende que se sienta a gusto, que sea feliz o se preocupa por la gente y por el mundo en que vive, será una buena persona, responsable y cuya palabra se considerará sincera y valiosa en determinados sectores, pero, en contraposición, no triunfará.

Hoy, por determinados segmentos de la población, pero más por aquellos que se nutren del poder, lo pretenden o lo sustraen, se intenta imponer la certeza de que el modelo a seguir es el del manipulador, falto de respeto a la sociedad y a las instituciones, que arremete contra quien haga falta para obtener un beneficio para sí mismo o para aquellos a los que obedece. Del mismo modo que, hace ya años, la denominada “cultura del pelotazo” instaba a admirar a aquellos personajes que conseguían dinero y poder a costa de lo que fuera, incluso aunque tales privilegios se hubieran obtenido mediante el delito. Eran o son ejemplo, siempre que se trate del propio “equipo”.

Nada es nuevo. Hay una base primitiva en nuestra percepción de las cosas que nos puede llevar a considerar que el regate corto o el atajo rápido es el adecuado y que el honor, la verdad y el trabajo honrado no son sino obstáculos tediosos que no conducen más que a la mediocridad. Pienso, por ejemplo, en los jóvenes que, en zonas de narcotráfico, dejan los estudios para hacer pequeñas tareas para las organizaciones criminales, a cambio de una remuneración que excede con mucho lo que podrían obtener mediante el trabajo. Aquí, sin duda, se evidencia una falta de acciones sociales por parte de las autoridades. La desigualdad y las dificultades laborales o de infraestructura y el abandono, no ayudan a que la juventud vea un proyecto claro de vida. Pero, lo sé bien, combatir el crimen organizado es complejo y se debe abordar de manera contundente y con el acuerdo de todas las fuerzas políticas, institucionales y sociales. Otro tema pendiente.

Socavar la democracia

Lo malo es cuando el desprecio a la razón y a los valores procede de quienes deberían velar por los intereses de la comunidad. En estos tiempos, desde que la ultraderecha empezó a socavar la democracia que creíamos asentada en España y en Europa (ni hablar de los EEUU de Trump en los que todo lo malo es posible o peor), cada vez somos testigos de más actitudes de este estilo. El acoso a los migrantes para evitar su llegada a Europa es el paradigma de cómo estas fuerzas siniestras pretenden imponer una política xenófoba, racista y excluyente. Lo estamos viendo con un PP sometido a su propia ultraderecha y a VOX, con la descarnada e inmoral negativa a repartir a los menores en diferentes comunidades. Una situación que no se produjo con los niños ucranios ni se escucha en relación a quienes llegan de determinados países de Latinoamérica. No deja de sorprenderme. Para derecha y ultraderecha, el migrante es solo bienvenido según sea su procedencia aparte de su legalidad o no. Habría que ver qué harían estos señores de la intolerancia, sin mucamas que limpien lo que ensucian o abnegadas mujeres (y también hombres) que atienden a sus padres y a sus hijos.

Al frente de los reaccionarios de todo el mundo, utiliza su red X para imponer sus ideas entre un público desinformado y sin criterio propio que, en demasiadas ocasiones, se deja llevar por los bulos que fomenta y consiente el hombre más rico de este planeta

La intransigencia quiere campear también por Estados Unidos donde el presidente, Donald Trump, entre vítores humillantes y supremacistas, ha orquestado mediante su entorno empresarial, desde hace años, este panorama de extremistas próximos al fascismo que intentan engullirnos. Es desalentador que un tipo como Elon Musk, desposeído de cualquier valor útil para el bienestar colectivo, haya adquirido tanto poder. Al frente de los reaccionarios de todo el mundo, utiliza su red X para imponer sus ideas entre un público desinformado y sin criterio propio que, en demasiadas ocasiones, se deja llevar por los bulos que fomenta y consiente el hombre más rico de este planeta. Y ahí lo tienen, entrevistándose con los elementos radicales de Alternativa para Alemania, cuya candidata a las elecciones del 23 de febrero, Alice Weidel, durante la entrevista realizada en X, se desmarcó de su posible vinculación ideológica con Hitler tachándole de “socialista y comunista” o él mismo, ejecutando el saludo fascista de la mano en alto en la toma de posesión del presidente norteamericano.

Campando por Europa

El papel de zapa del enviado de Donald Trump se ha dejado ver también en Reino Unido, donde Musk pidió prisión para Keir Starmer, primer ministro, acusándole sin pruebas de complicidad en un escándalo sexual relacionado con menores.

En España, el asesor de Trump ha retuiteado recientemente información de una cuenta polaca relacionada con la derecha radical populista en la que se habla del porcentaje de presos inmigrantes condenados por violación en Cataluña. Vox, como no podía ser menos, ha aplaudido la agenda de Musk.

Esto sin olvidar su apoyo a la mandataria italiana de extrema derecha Giorgia Meloni o los elogios al húngaro Víktor Orbán, de similar pensamiento.

Siguiendo la estela del presidente, Mark Zuckerberg, máximo ejecutivo de META, además de fichar a un amigo del presidente de EEUU, anunció su intención de finalizar con la política de verificación de datos en Facebook e Instagram.  Barra libre pues para el bulo y la calumnia en un mundo en el que la comunicación y la Inteligencia Artificial ocupan cada vez más espacio en nuestras vidas, corriendo el riesgo de que la verdad sea cosa del pasado o de marginales con ética y principios.

Nuestro propio fabulador

Sin nada que envidiar a todos los citados salvo, probablemente, el desmesurado poderío económico y fáctico, nuestro personaje especial, el que aúna todos los no valores que llevan al “triunfo” mediático y político, se basta y sobra con sus propios instrumentos para poner patas arriba la evidencia. Responde al acrónimo de MAR y se desempeña como jefe del gabinete de la presidenta más presidenta del PP a quien adoctrina, y dirige en un aprendizaje inmersivo sobre la impostura; aporta toneladas de arena para intentar cargarse a un gobierno democrático y comparte su tiempo de trabajo oficial, supongo que con sus propios fondos, fuera de aquellas horas y con compatibilidad expresa (porque si no habría mérito para iniciar alguna investigación) en asesorar al que identifica como “Alberto Quirón” en su teléfono móvil.

El hombre de Aznar en Valladolid primero y en el Gobierno de la nación después; el que fuera condenado por llamar nazi al anestesista doctor Montes, tras un excelente trabajo de acusación del abogado y buen amigo Adolfo Barreda; MAR, aquel que colisionó con varios vehículos cuando cuadriplicaba la tasa de alcohol permitida, es un ejemplo perfecto de comunicación sesgada y dirigida a la tergiversación de los hechos cuando conviene, afecto a las falacias y las argucias. Hace además gala de dotes “adivinatorias”, marcando el ritmo de acontecimientos judiciales y decisiones del máximo tribunal penal en España.

Leí no hace mucho un artículo de Luis María Anson que le define como gran profesional del periodismo. “El PSOE pretende destruir a Miguel Ángel Rodríguez para dañar a Isabel Díaz Ayuso, objetivo sustancial de la ojeriza sanchista”, afirmaba Anson.  No puedes evitar pensar que, a estas alturas, Anson, que tanta influencia ejerció, en su momento, en la política nacional siempre desde el torreón conservador, y que tan bien conoce al personaje desde la época de Sogecable, demuestra estar errado. ¿Lo estuvo siempre?

Un profesional del periodismo es aquel que desempeña su tarea con rigor, contrastando la información, con el objetivo de buscar la verdad, sin artimañas ni necesidad de andar enredando. Y, por supuesto, buscando la objetividad.

No parece que se observen tales circunstancias en aquel experto en una comunicación que se está mostrando hoy distorsionada e inveraz, que tanto auxilia a la mandataria madrileña. Por tanto, encaja en esa definición inicial que les ofrecía, la de aquellos que no permiten que la realidad les fastidie una historia interesada, los que piensan que los escrúpulos son para los necios, para los pusilánimes.

Trump, Musk, Zuckerberg, Rodríguez, entre otros muchos, son personajes de una época que se nos ha echado encima asfixiando con el embuste. Pero no han inventado nada. José Saramago ya lo advirtió en 2008: “El tiempo de las verdades plurales ha terminado. Ahora vivimos en el tiempo de la mentira universal. Nunca se mintió tanto. Vivimos en la mentira, todos los días”.

Fuente: Infolibre

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