por Baltasar Garzón
Durante el pasado mes de marzo he tenido la fortuna de viajar a distintos países de Latinoamérica. Yo no sé qué les evocan a ustedes estas tierras hermanas, pero para mí suponen un compendio de emociones cruzadas: la bienvenida acogedora, fragancias familiares, sabores que no se olvidan y, sobre todo, la calidez de las personas. Tengo buenos amigos allí y conozco a mucha buena gente que te recibe de corazón. Me emociona en especial la tenacidad de los pueblos indígenas, empeñados en una pelea desproporcionada en la que David intenta proteger a la madre tierra de un Goliat desmesurado, decidido al expolio para obtener los mayores beneficios posibles, hasta agotarla. Deberíamos ser todos conscientes de hasta qué punto estamos en manos de los pueblos originarios para mantener vivo el planeta, manifestarles nuestro respeto y, sobre todo, prestarles nuestro apoyo en esta tarea que debiera ser común.
Conozco, además, a mandatarios latinoamericanos que han sido perseguidos o, incluso, han sufrido prisión por mantener sus principios; excelentes dirigentes que intentan implantar una democracia eficaz y efectiva, orientada hacia el progreso de todo el pueblo, en especial los más desaventajados de la sociedad, para lo cual deben hacer frente a la violencia, la corrupción o el narcotráfico.
En los últimos años, Latinoamérica ha debido enfrentar a nuevos adversarios, la extrema derecha y el neofascismo, que pretenden “sin pudor y sin complejos” neutralizar lo que denominan “el avance del nuevo comunismo y la ultraizquierda”. Por supuesto, como antaño lo hiciera la doctrina de la Seguridad Nacional, consideran que es comunista todo aquel que sea progresista y que en su pensamiento y su actuar pretenda mejorar la vida de los más vulnerables. Es el mismo fascismo de antes vestido de nuevos ropajes.
Llevo muchos años vinculado a Latinoamérica, aprendiendo cada día y dándome cuenta de que pocas lecciones podemos dar desde el viejo continente. Antes bien, soy consciente de que tenemos mucho que aprender. Admiro a la población latinoamericana, capaz de enfrentarse a situaciones muy adversas y a duras condiciones de vida, a pesar de lo cual no pierden la alegría y la capacidad de disfrutar de cada momento; de la música, del baile, de la buena mesa o de una profunda conversación. ¡Qué maravilla cuando todavía oyes a los “cuentacuentos” narrar sus historias!
Citando dos casos conocidos, los cubanos son para mí una demostración tremenda de la capacidad humana para sobrevivir en las condiciones más adversas sin perder la sonrisa. Venezuela también sufre las consecuencias de unas sanciones económicas ilegales y leoninas que solo benefician a quienes las han impuesto y asfixian a todo un país. La excusa de “instaurar” la democracia no convence. La situación de aislamiento de estos países tampoco contribuye a este propósito.
Gente valiente
Siempre me ha infundido un tremendo respeto la capacidad de resistencia, el deseo de avanzar hacia una vida mejor y la avidez por el conocimiento y la cultura de los latinoamericanos. Admiro a los jóvenes de la Pontificia Universidad Javeriana de Cali (Colombia), campesinos, indígenas o afroamericanos que reciben como joyas las becas que hayamos podido facilitarles desde la Fundación que presido. Como ellos, tantos otros desean estudiar y, por desgracia, en demasiadas ocasiones no lo han conseguido.
Discurren sus vidas en un difícil escenario afectado por la acción de la criminalidad y la violencia, agravado por la acción de una ultraderecha voraz, nostálgica de pasadas dictaduras, que hará lo que sea preciso para recuperar el poder o para mantenerlo. Sirva de botón de muestra la iniciativa promovida por el ultraderechista partido español Vox denominada la Iberosfera, cuyos dirigentes intentan extender por Latinoamérica, junto con otros grupos de extrema derecha, una idea imperialista trasnochada y peligrosa. Sin duda el mandato de Donald Trump fue especialmente productivo para dar pie a que estas ideologías, de un talante que evoca el fascismo, intenten enraizar en la sociedad latina.
Supervivientes
La defensa de la democracia debe ser contundente. Las agresiones contra ella son muchas y variadas. Una de las más eficaces consiste en la manipulación de la justicia y su utilización con fines políticos; el Lawfare, en cuyo desarrollo participan de forma decisiva los propios actores judiciales implicados, con la complicidad de ciertos medios de prensa. Por desgracia, esta perversa estrategia funciona, hasta el punto de haber conseguido la caída de presidentes legítima y democráticamente elegidos.
El fascismo no solo existió en el Chile de Pinochet, la Argentina de Videla, el Paraguay de Stroessner y un largo etcétera, sino que también lo hubo en quienes, desde el gigante imperio del Norte, promovieron, alentaron, cooperaron y hasta financiaron golpes de Estado y tiranos que pusieron y quitaron a su conveniencia. Es una forma de supremacismo desplegado en América Latina por Estados Unidos y sus gobernantes de entonces, que buscaba el sometimiento y control de su “patio trasero”, incluso por la fuerza ejercida de la manera más cruenta. La misma finalidad geoestratégica de dominación y control económico se pretende hoy conseguir por vías pseudo-jurídicas, eliminando de la ecuación a quien estorbe en la consecución del objetivo trazado.
Un futuro mejor
Durante generaciones, millares de trabajadores han cruzado el océano —en buena parte mujeres— con la intención de que los suyos logren prosperar gracias a su esfuerzo. Piénsenlo bien, reflexionen sobre la cantidad de personas que dejan a sus padres ancianos o a sus pequeños para cuidar a los nuestros.
Muchos de estos migrantes poseen títulos universitarios o profesionales. Como María, que cuida a un mayor en España, que me abrazaba hace unas semanas por la alegría de que su hijo mayor había conseguido plaza en su país para los estudios de ingeniería obteniendo además una beca, dando así por bueno el esfuerzo realizado y su ausencia; o Isabel, cirujana pediátrica, que también cuida a un mayor mientras espera la homologación de su título y que de momento está cursando un máster de administración de hospitales para mantener el visado. O Lorenzo, aparejador en su tierra y obrero de la construcción en la nuestra. Prácticamente todo lo que ganan va para sus familias, salvo lo mínimo para comer y pagar una habitación, por lo general compartida. Conozco aquí en España a multitud de buenas personas y excelentes profesionales cuyo objetivo es que los suyos prosperen. Y estoy seguro de que ustedes también conocen a alguien así, o a más de uno.
Esta experiencia me lleva a evocar a aquellos miles que sufrieron persecución y exilio tras un golpe de Estado y una guerra cruenta que dio paso a casi 40 años de represión ideológica y ausencia de libertades aquí en España.
Llevo muchos años vinculado a Latinoamérica, aprendiendo cada día y dándome cuenta de que pocas lecciones podemos dar desde el viejo continente. Antes bien, soy consciente de que tenemos mucho que aprender
La derecha ignorante
Por todo ello, me han resultado especialmente desagradables dos acontecimientos recientes.
Me refiero, en primer lugar, al show que ha protagonizado el PP en Madrid. No hace falta que me extienda. Organizaron un acto con una iglesia evangélica, cuya pastora advirtió de la necesidad de expulsar al diablo y pidió al padre celestial que “cada día halle el amor en el corazón de este partido” y que además bendiga a Feijóo, Ayuso y Almeida, al que se refirió con especial cariño. Lanzó además un enigmático vaticinio: “Cuando gobiernan los justos, tenemos paz”.
He leído que de esta iglesia depende una fundación que ya con el presidente del PP, Mariano Rajoy, tuvo alguna relación contractual, en concreto con Instituciones Penitenciarias, para realizar actividades de limpieza y mensajería. Esto da alguna pista sobre quiénes deben de ser los justos y el porqué de tanta bendición.
La imagen de los tres líderes populares interviniendo en este evento, bailando incluso con mayor o menor garbo el baile llamado “tiburón”, y dejándose querer entre tanta santa imprecación, resulta chusquera, solo entendible ante la inminencia de las elecciones autonómicas y municipales. Medio millón de presuntos votantes adheridos a esta religión en España dan una idea de por dónde van los tiros de los de Génova 13.
El surrealismo llegó a sus máximas cotas con las críticas feroces de Feijóo contra los jefes de Estado y presidentes presentes en la Cumbre Iberoamericana que se celebraba en esos días en Santo Domingo. Con todo desparpajo, el líder popular se mostró orgulloso de “no rendir pleitesía a gobernantes aprendices de autócratas y realmente autócratas”. Una pena que, en su vehemencia, olvidara que, entre los asistentes al evento, figuraba el rey de España, Felipe VI, quien se debió sorprender ante tal aserto. Aunque supongo que el propio Feijóo se espantaría del patinazo propio cuando se dio cuenta.
Tampoco la Iglesia evangélica en cuestión salió bien parada: la Federación de Entidades Religiosas Evangélicas de España (Ferede) exigió neutralidad ante los comicios; no en vano, el líder conservador se había comprometido ante los fieles a ser “el presidente de todos los hispanos en España” lo que, bien mirado, resulta una dura amenaza. Ofendidos, los de Vox hicieron público un comunicado reivindicando la relación fluida con los evangélicos españoles, acusando al PP de acordarse de ellos sólo en época electoral.
El segundo hecho ha sido el discurso de Abascal, jefe de las escuadras de Vox atacando a los miembros del “cartel de Puebla”. Amén de no tener, porque su escasa capacidad política se lo impide, comprensión suficiente para entender lo que significa este grupo de reflexión y acción política progresista, miente a la gente corriente a quienes pretende convencer con falsedades de que ellos son la mejor opción. La cuestión es fácil: ¿qué derechos defiende y pretende consolidar Puebla y cuáles quieren eliminar o restringir Vox y sus secuaces? Ahí tienen la respuesta.
Mercaderes
Todo lo anterior se podría quedar en una anécdota bufa o en una metedura de pata con la que hacer broma si no fuera porque, bajo el objetivo de captar votos latinoamericanos, escenifican realmente el desprecio hacia la dignidad de miles de personas a las que dirigen su mensaje.
Todo esto me conduce al Evangelio de San Mateo: “Entró Jesús en el Templo y expulsó a todos los que allí vendían y compraban; volcó las mesas de los cambistas y los puestos de los que vendían palomas, mientras les decía: —Escrito está: Mi casa será llamada casa de oración, pero vosotros la estáis convirtiendo en una cueva de ladrones.”
Cuando actos íntimos como el rezo o la creencia en un dios, tal como cada uno lo entiende, son transformados en espectáculo y calculado foro de intereses, cunde la desconfianza en el propio sistema y en quienes lo representan y se hace patente el agravio moral para todos. Eso es exactamente lo que ocurre cuando los mercaderes se apropian del templo de la democracia en detrimento de sus verdaderos titulares.