Carlos Tomada,
Ex Ministro y ex Embajador de Argentina
Una combinación de deudas no (o mal) saldadas por nuestro gobierno en un contexto internacional de derechas empoderadas, sumada a los viejos prejuicios antiperonistas contra los populismos sistemáticamente ampliados durante los 40 años de neoliberalismo, abrieron la puerta por la que entró Milei con el voto popular que aún conserva.
En los 100 primeros días de este gobierno se contradijo mucho, pero actuó sin misericordia. Apareció claro cuál era la “casta” que proponía combatir: el pueblo, los jubilados, los trabajadores. También quedó claro que se iba a respaldar en la auténtica casta, la que de verdad tuvo y tiene privilegios.
Destrozó los ingresos, devaluando salvajemente, liberando los precios y disparando la inflación mensual (de entre 8/12% a 25/13%).
Por el otro lado, apuntó a los sindicatos, ninguneándolos e impidiendo por meses que pudieran actualizar salarios, generando la peor distribución del ingreso que hemos conocido, borrando el rol mediador del Estado.
Demostró y sobreactuó la desprotección de los débiles (sin comida, con ingresos sociales congelados), sin poder ejercer la protesta. Y encima haciendo papelones internacionales que todos ya conocen.
Montó y exhibió desaforadamente con un discurso violento, una estructura represiva basada en una suerte de trabajo conjunto entre el Ministerio de Seguridad y el de Defensa, continuando con las amenazas, los insultos y las descalificaciones más groseras.
Intentó negar el terrorismo de Estado, provocó siempre: el 8 de marzo cerró el Salón de las Mujeres en la Casa de Gobierno y el 24 de marzo sacó un spot televisivo deleznable sobre la “verdad completa”. Nosotros también la exigimos, reclamando para que digan dónde están los compañeros/as y los hijos que faltan.
Está en marcha una política de desmantelamiento nacional. Con los despidos masivos de trabajadores del sector público, liquidando empresas que son orgullo nacional en términos científico-técnicos, y afectando al sector de la salud (las instituciones y la accesibilidad a los medicamentos). Nunca visto.
Todo esto con improvisación, ineficiencia, marchas y contramarchas, renuncias sorpresivas y el no-nombramiento de puestos importantes a niveles increíbles.
En medio de este desorden autofabricado, aparece un intento de reforma constitucional “disimulado” a través de un decreto de necesidad y urgencia que no era ni necesario ni prioritario (rechazado por el Senado), y una suerte de ley ómnibus que derogaba varias leyes completas (que fracasó en Diputados). Así estamos institucionalmente. Con los diputados y senadores que no se someten, agraviados y acusados. Igual que los gobernadores provinciales de cualquier fuerza política, extorsionados a través de la remesa o no de fondos que les pertenecen.
El gobierno pretende un país sin derechos políticos, laborales y sociales, que NO solamente afectará la estructura económica, sino la superestructura identitaria como Nación. Si estos cambios se imponen en nuestro país, la cultura argentina ya no será la misma.
Ellos sí “vienen por todo” construido colectiva y popularmente. Pretenden terminar con la polarización (la grieta), eliminando uno de los términos.
Pero no todo está perdido, aunque lo parezca. Hay una sociedad que se resiste a la desmovilización por el miedo. Hay una sociedad que sigue creyendo en la buena política, y políticos que saben que están en deuda con su pueblo y siguen construyendo.
Hay un movimiento obrero que reclama sus derechos en la justicia y triunfa y que hace un paro en contra de una reforma laboral decimonónica y moviliza al conjunto de la sociedad. Hay movimientos sociales que reclaman por el hambre y la pobreza creciente. Los hombres y mujeres de la cultura se unen para rechazar masivamente la destrucción de nuestra identidad cultural. Y así, lenta pero inexorablemente, empieza la necesaria generación de una dirección de la oposición, organizada y ratificada. Frontalmente, con todos adentro, con participación, recuperando nuestra identidad extraviada y nuestra representación popular, que es el mandato de la historia.
De una historia que nos recuerda que las derechas fracasaron ya tres veces en imponer una hegemonía en la Argentina contemporánea. Buscando nuevas respuestas y certezas. Pensando en políticas públicas inclusivas, con autonomía de los poderes fácticos y el FMI, y el compromiso de rechazar y derogar, en el futuro, todas las medidas que se hayan tomado en contra de nuestra soberanía política.