Aida García Naranjo Morales(*).
Para los latinoamericanos la búsqueda de un destino común, vía la integración, tiene ya un largo camino. Por supuesto que muy lejos debemos ubicarnos hoy del Tratado de Tordesillas (1479) que dividió el océano Atlántico por medio del trazo de una línea de polo norte a polo sur, 370 leguas al oeste de las islas de Cabo Verde, dejando el hemisferio oriental para la Corona de Portugal y el hemisferio occidental para la Corona de Castilla. Y los Reyes Católicos y el rey Juan II de Portugal se pusieron de acuerdo sobre qué conquistas podrán realizar. Ese tratado de fraccionamiento del océano representó la gran novedad porque se estableció una frontera que divide tanto el mar como la tierra, suponiendo además una nueva concepción de dividir los territorios que determinaron la configuración de América del Sur.
Actualmente mucha agua ha corrido bajo el puente o más bien sobre los océanos de nuestras dos orillas, en toda nuestra América bioceánica, desde esa época. Hace 61 años (1960) que el primer proyecto integracionista de los países de América Latina, se propuso asegurar un mejor nivel de vida de su población y tuvo su primer hito fundacional con la firma del Tratado de Montevideo (TM60), que estableció la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio – ALALC- y tuvo por objetivo alcanzar una mayor integración económica entre los 7 países inicialmente firmantes.
“Una cosa fue la ALADI en los sesenta, influenciada por el pensamiento de la CEPAL —es decir no era un pensamiento liberal, sino que era un pensamiento desarrollista— donde planteaba que a los modelos de desarrollo nacionales, que debían ser modelos industriales y modelos diversificados para evitar las dificultades y las injusticias en los términos del intercambio comercial, nosotros teníamos agregarle para que América Latina dejara de ser un continente periférico y marginal o dependiente y pudiera ser un actor económico importante. El principio de este siglo retoman desde otra perspectiva mucha fuerza los planteos de integración regional como complementarios, como un instrumento al desarrollo político, económico y social de nuestros países. Sabemos que la integración no puede “mercantilizarse”, sabemos que no puede estar solamente como integración de mercados. (Álvarez, Carlos, Secretario General de la ALADI/XVII) Consejo de Ministros/Agosto 2014).
En el siglo XXI tenemos también nuevos esfuerzos de integración.
Los primeros con una orientación de ruptura con la integración pro Washington tras el cambio de correlación de fuerzas en la región con la llegada de la primera oleada de gobiernos progresistas[1]. En ese marco, en el 2004 se crea la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América-Tratado de Comercio de los Pueblos (ALBA-TCP); en el 2008, la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) que reorienta a la Comunidad Suramericana de Naciones creada cuatro años antes; y en 2011, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC). Sin embargo, la tendencia de integración tutelada por Estados Unidos responde con la Alianza del Pacífico en 2011, y en 2019, en el marco de una nueva correlación de fuerzas en el subcontinente, los gobiernos de derecha denuncian Unasur y crean el Foro para el Progreso de América del Sur (Prosur).
De ALADI a CELAC, hay un destino común que por supuesto debe apelar al pensamiento estratégico. Luego de más de seis décadas y media, se apeló a la necesidad de la creatividad; la realidad ya no tolera procesos rígidos, sino flexibles. Impidamos que la fragmentación se anteponga a la convergencia y la integración. La integración no es el punto de partida sino el de llegada.
En este sentido, creemos que: es preciso fortalecer el principio de la unidad en la diversidad, superar el déficit de integración, el superávit de mecanismos y de organismos y afirmar el desafío de integrarnos en un destino común, en una perspectiva convergente en esa diversidad. CELAC debe ser hoy una alternativa impulsada también desde la Sociedad Civil. Esto es una CELAC Social.
Es en este marco que el Grupo de Puebla (GP) reunido recientemente en México, promueve el
NUEVO MODELO SOLIDARIO
El GRUPO DE PUEBLA pretende que esta nueva hoja de ruta latinoamericana sea el MODELO SOLIDARIO DE DESARROLLO cuyos seis ejes articuladores serían: i) la búsqueda de la igualdad como valor central del desarrollo y la reducción de las asimetrías globales ii) la búsqueda del valor iii) una nueva política económica, diversificada y basada en la incorporación del conocimiento iv) la transición ecológica v) una nueva institucionalidad democrática y vi) la integración regional.
LA INTEGRACIÓN COMO CONSTRUCCIÓN DE REGIÓN
Existen hoy dos concepciones distintas de integración: para el pensamiento neoliberal consiste en la celebración de acuerdos de libre comercio que faciliten la movilidad de los bienes, los servicios, y los capitales a partir de la reducción de aranceles, la protección de la inversión extranjera y el respeto “a raja tabla” de la propiedad intelectual. Esta visión hegemónica de la integración se preocupa por armonizar los intereses regionales con las prioridades de la política exterior de los Estados Unidos y Europa (réspice polum, mirando al norte).
La visión solidaria entiende la integración como un proceso de “construcción de región” que permite la libre movilidad de personas, bienes, servicios, conocimientos y demás factores productivos, a partir de un escenario de coincidencias profundas en materia de identidad política como el sostenimiento de la paz, la democracia, la vigencia plena de los derechos humanos y el fortalecimiento del Sur global como parte de un nuevo esquema de multilateralismo de bloques regionales para gobernar el mundo (réspice similia, mirando a los vecinos o pares).
Para superar los desafíos que plantea el Modelo de Desarrollo se requiere, como lo ha propuesto el Grupo de Puebla y lo han acogido los presidentes Alberto Fernández de Argentina y Andrés Manuel López Obrador de México, iniciar un proceso de CONVERGENCIA de los mecanismos de integración subregional que hoy existen en la región (Comunidad Andina, UNASUR., Mercosur, Alianza del Pacifico, Pacto Amazónico, Alba, CARICOM, Asociación de Estados del Caribe y el Sistema Centroamericano de Integración) hacia un punto de encuentro que podría ser la CELAC donde hoy coinciden los 33 países de América Latina y el Caribe. Estos relacionamientos podrían partir de la “matriz de convergencia” que diseñó UNASUR Una CELAC distinta a la actual, más empoderada, con mayor peso político, respaldada técnicamente, sin la presencia de los Estados Unidos y Canadá, debería ser el punto de llegada de este esfuerzo.
(*) Ex ministra de la Mujer y Desarrollo Social . Ex Embajadora del Perú en la República Oriental del Uruguay. Ex Represéntate del Perú ante ALADI y MERCOSUR. Integrante del Grupo de Puebla.
[1] Ver García Linera, Álvaro.(2016) “¿Fin del ciclo progresista o proceso por oleadas revolucionarias?”. Las vías abiertas de América Latina. Caracas: Editorial Octubre.